martes, abril 08, 2008

Una oración pública y en voz alta

Hoy quiero escribirte a ti, porque paso mucho tiempo del día en Facebook revisando cómo va la vida de mis ciento y pico de conocidos y mucho más en msn esperando que alguno me salude o saludando al que tiene el nick más divertido. Porque no puedo montarme al carro sin hacerle una llamada de celular a alguien que quiero y soy incapaz de dormirme sin revisar los blogs de mis contactos en la red o el correo electrónico, y , sin embargo, suele olvidárseme hablarte y nunca te he escrito, al menos no ahora de grande.

Pero tengo un montón de gracias que hace mucho no te doy.

Gracias porque me hiciste completa, porque tengo ambas piernas para hacer los pequeños recorridos de la vida y un espíritu que recorre grandes distancias, que sueña sin mesura; porque tengo ambas manos para dar, para recibir, para escribir, para crear y una mente que crea aún más; porque mis ojos me permiten ver el mundo que me rodea y me diste la posibilidad de reconocer más allá de lo que ven, porque me diste la habilidad de percibir emociones en los otros, de encontrar vacíos, de percibir alegrías. Porque oigo los sonidos más sutiles, porque escucho la voz de quienes me hablan, el sonido del agua y del viento, el ruido que produce el papel cuando se arruga y me diste, también, la habilidad de escuchar lo que está oculto, lo que se dice entre líneas, lo que se calla por temor, por valentía; porque tengo la capacidad de hablar y tengo opiniones que compartir, tengo historias que contar; porque puedo sentir las caricias y reconfortar con mis caricias, porque puedo oler y sentir el gusto de los alimentos. Gracias porque me hiciste completa y no tengo que luchar de más para ser oída, para ser reconocida, para avanzar, para entregar algo, para ver el mundo.

Gracias también porque me diste una capacidad intelectual que me permite llevar a cabo mis proyectos, que me permite serme útil y serle útil al mundo; porque me diste la habilidad de discernir, de planear, de elaborar, de entender. Porque me hiciste soñadora, porque me enseñaste a contar historias, porque mis palabras fluyen fácilmente, porque son escuchadas con atención, porque no le tengo miedo a hablar en público, porque me diste la capacidad de enseñar y de aprender.

Gracias porque me hiciste como soy, no nos digamos mentiras, eso facilita las cosas. Soy visible en todas partes y no tengo que exponer mi punto dos horas antes de que alguien descubra que detrás de mí hay alguien valioso.

Gracias porque además de todas estas bendiciones, me pusiste en una cuna tan amorosa que no pude menos que aprender a amar, porque me entregaste a una familia con unos valores claros, porque recibí una educación en la que primó la ética, la unión y el diálogo; en la que los problemas jamás se resolvieron por la vía violenta, en la que siempre hubo tiempo para compartir y donde siempre se vivieron las risas del alma.

Gracias porque no me ha faltado nada, porque siempre he vivido con más de lo necesario, porque me he dado lujos, he viajado; sólo he dejado de comer cuando he querido; sólo he dejado de dormir, he aguantado frío, he recibido la lluvia, cuando he querido.

Gracias porque vivo en la casa de mis sueños, porque tengo un bosque en mi ventana y una quebrada que me arrulla, porque tengo el perro que soñé, porque me acompaña, me espera. Porque de noche puedo ver todas las estrellas y el frío no me cala hasta los huesos. Porque no me ha faltado nunca trabajo, porque mis jefes han sido justos y mis compañeros se han convertido en mis amigos.

Y gracias porque permitiste que me diera cuenta de todos estos regalos ahora que todavía estoy a tiempo de emprender mi camino para alcanzar mis sueños. Gracias porque me permitiste entender que mis dones, mis bendiciones, son también mi compromiso con la vida, mi deuda con la humanidad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Amén.