Más bien hago un manual de cómo soy, pa que cuando llegue alguien no sólo sepa de antemano a mí que no se me hace, sino que tenga clarísimo a qué atenerse, qué hay detrás de estas gafas que, a propósito, me hacen ver más grande la nariz (espero que sean las gafas y no que llegué a esa edad en la que la nariz y las orejas alardean sus hormonas de crecimiento eternas mientras las tetas se hacen cada día más chiquitas).
A mí, por ejemplo, como acabo de notarlo ahora que me vi obligada a describirlo, todo el mundo me cae mal hasta que me demuestre lo contrario. Lo malo (o bueno) del asunto, es que suelen demostrarme lo contrario muy rápido... pero no me estresa mayor cosa, porque sé, porque me lo han dicho, lo he visto, lo he sentido, que también le caigo mal a todo el mundo hasta que le demuestre lo contrario (y suele tomarme un buen tiempo eso de aplicarle método científico a mi existencia).
Además, a mí las cosas que no me gustan terminan gustándome, incluso me acusan de tener una incapacidad innata de reconocer qué no me gusta y qué no quiero, es decir, en cristiano, que algunas veces cuando afirmo con vehemencia que algo no me gusta, en realidad es que no quiero de ese algo particular en ese preciso momento.
Fumo... eavemaría, como lavandera mueca... aunque sé que tengo que dejar este vicio de ser chimenea antes de que sea demasiado tarde, pero si me pongo a pensar mucho empiezo a creer que ya es demasiado tarde, que ya estoy envolviendo la cuerda, que parezco un yoyo que no va a ninguna parte fuera de arriba y abajo, entonces puede que siga fumando como lavandera mueca a ver si por fin empacamos maletas y nos vamos.
Y no hablo en plural por tener personalidades múltiples, no es que ignore al obrero que llevo dentro, el que echa piropos guaches a diestra y siniestra, sino porque queda como maluco eso de empacar en primera persona, da la sensación de ser demasiado temerario.
Tan temerario como llevar ya dos años en un mismo trabajo, con paréntesis de seis meses para explorar otros terrenos narrativos y propiciarme una hernia hiática, que no cuido porque amo la comida picante y tomo whisky mínimo tres veces a la semana.
Y me gusta amar con palabras, algunas veces por puro amor y otras pa no tener que comprometerme adentro, me vuelvo escribiente de mi misma, me construyo un personaje y se lo vendo al otro... aunque cuando amo de verdad, también amo con palabras... para el lector anónimo puede resultar difícil entender la diferencia y no suelo dar ninguna pista a este respecto... si, un poquito de prepotencia.
No soy orgullosa, pero no perdono. Suena complicado, pero me molesta que me odien, me molesta sentir odio, así que olvido las injurias y continúo con mi vida, saltando en la pradera, cogiendo mariposas, sonriendo. Hasta que el conejito de los simpson es aplastado y aparecen las miles de injurias una a una, presionando, atacando, golpeando. Aunque tampoco pego, nunca he pegado y nunca me han pegado (salvo cuando tenia 12 y le pegué un botellazo -de plástico- a mi primita Ana María, que le sacó el aire, un grito y un odio que, afortunadamente, también se le quito rapidito).
Muy complejo... ah, me gusta la torta de chocolate antes de meterse al horno y las galletas me dan gastritis.