Jamás he estudiado ciencia política, de hecho, creo que jamás me ha interesado mayor cosa la política, aunque los nuevos dirigentes se empeñan en repetirme que la política también debería ser lo mío, lo de los menos jóvenes, lo de los jóvenes, lo de los viejos, en fin, lo de todos; que debemos hacer un esfuerzo colectivo para dejar de creer que la política es de los políticos, de los que compran votos y los venden, de los que mueven maquinarias y se escudan detrás de banderas partidistas que van cayendo en desuso, y traerla a la vida cotidiana, hacerla de los ciudadanos como en la antigua Grecia, pero con la salvedad de que acá sí ciudadanos somos todos –casi todos. Aclaro mi ignorancia política pues quiero que quienes me lean sepan que escribo desde este punto y no desde un cuerpo teórico construido tras años y años de entrenamiento.
Y desde mi ignorancia, me pregunto: ¿es la posición bélica, la mano dura, la única salida para nuestro conflicto interno o me lavaron el cerebro?
Me lo pregunto porque con esto de la unión entre Antanas Mockus y Sergio Fajardo por fin veo una propuesta de candidatos presidenciales para una democracia madura, analítica, ética, responsable. Cuando los imagino en la presidencia pienso en aquella frase famosa que dice que cada país tiene el presidente que se merece y me llena de orgullo imaginar que por fin llegamos a un nivel de evolución como sociedad en el que nos merecemos un presidente como Mockus y un vicepresidente como Fajardo, me emociona imaginarlo y empiezo a entender que haberme quedado en esta tierra tiene todo el sentido del mundo, cuando la gran mayoría de mis amigos de infancia ahora son exitosos empleados o tristes desempleados en los países considerados potencias económicas.
Y, si bien todas mis entrañas me dicen que vote por ellos, a la hora de pensar en la jornada electoral me entra un miedo y empiezo a pensar que quizás lo mejor sea votar por Santos. Si sé que Mockus y Fajardo pueden administrar este país de manera transparente, que ellos son capaces de mantener el interés inversionista pues con su propuesta de gobierno también están garantizando la paz, no la que surge de la confrontación bélica ni la que resulta de quien tenga más poder militar en un determinado momento, sino la que da como resultado de una ecuación en la que las oportunidades de desarrollo de verdad se manifiestan y se va eliminando, entonces, paulatinamente, la necesidad de sembrar coca para tener con que comer, con que recibir educación, con que tener acceso a los servicios de salud, con que tener la formación necesaria para emplearse en la economía formal, con que acceder a servicios financieros regulados, con que empezar a creer en la legalidad como opción, entonces, ¿por qué mi duda?
Cuando en el colegio nos hablaban de la propaganda, por allá en la materia de historia universal, uno medio veía que Estados Unidos tenía toda una maquinaria estructurada para hacer creer a todos sus habitantes que la única salida era la guerra, que debían defenderse contra un enemigo infame, con la capacidad de destruir el mundo en segundos, homicida de Dios y de la libertad; vimos que su estrategia estaba acompañada de discursos y panfletos que anulaban la capacidad de decisión del pueblo americano, que se consolidó una sociedad en torno al miedo, que hasta Súper Héroe debieron crear para alimentar el sueño americano, el de la libertad y las oportunidades que sólo eran posibles en la medida en que tuvieran más armas nucleares, más buques de guerra, más soldados, más consumo y menos pensadores. Hoy, tras muchas décadas bajo el credo de la propaganda, con varios enemigos que han pasado por la lista desde aquel entonces en el que la Unión Soviética era el máximo villano, con el dolor de infinidad de pueblos atropellados, el miedo sigue siendo la constante entre los ciudadanos estadounidenses.
De este ejemplo, deduzco, desde mi ignorancia, que la propaganda exige la creación de un antagonista fuerte, inhumano, grotesco. Mientras más grande el enemigo en la mente de los pueblos, más imperiosa la necesidad de defenderse contra él y más “salvador” el Estado que se arriesga a hacerlo.
Y entonces, vuelvo y me pregunto: ¿me lavaron el cerebro? ¿Me han hecho creer que el enemigo infame sólo puede eliminarse por medio de la guerra? ¿Quién es el enemigo infame: las Farc o Chávez? ¿Nos va a destruir Chávez en el campo de batalla o es simplemente un campesino ignorante, que habla sin pensar y que ha caído en nuestra trampa mediática vez tras vez para que lo convirtamos en ese enemigo cruel, inmenso e inhumano que debemos destruir a toda costa? ¿Es la guerrilla terrorista y narcotraficante nuestro enemigo absoluto? ¿Cuál guerrilla latinoamericana ha sacado la banderita blanca en señal de rendición y se ha entregado voluntariamente a la justicia? ¿Cuál Gobierno se ha saltado el proceso de los diálogos de paz con sus guerrillas? ¿Es la guerra la única salida? ¿Sin guerra, se caería la economía? (Con guerra se cayó la estadounidense, así que eso no puede ser cierto, pero, de todas maneras, me lo pregunto) ¿He sido víctima de la propaganda y a eso se debe mi miedo de votar por Mockus y por Fajardo?
En realidad, quisiera que estas preguntas se las hicieran los que sí saben de ciencia política, los que no hablan desde la ignorancia, quizás así puedan darme respuestas, a mí y a todos, que nos lleven a tomar una decisión consciente, una decisión que no provenga del miedo que sentimos frente al enemigo construido; ojalá la repuesta sea que de hecho nos merecemos un presidente como Mockus, un vicepresidente como Fajardo, y que podemos sentirnos orgullosos de haber llegado a este nivel de madurez como democracia
viernes, abril 09, 2010
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