lunes, marzo 20, 2006
Profesión o Antifesión
Eso de querer contar historias se ha convertido más en un asunto financiero que otra cosa, con balance de ingresos y egresos, con tablas de pérdidas y ganancias, con flujos de caja siempre en mi contra. Eso de contar historias me ha llevado a ser contadora, pero no de las que se sientan en un parque y se quedan mirando hormigas y se imaginan que no vienen de ninguna parte, que salieron de la nada, que se persiguen porque no hay más que hacer, que no tienen idea de hacia dónde se dirigen, pero que llegarán indudablemente a su destino. Tampoco de las que buscan lo imperceptible en otros ojos, en los que se ven cuando uno cruza una calle o en el bus o en el semáforo. No de las que miran una carretilla de esas que empujan los recicladores y ven sobre ella un carro pintado de rojo, sin llantas, sin cojinería, sin motor y sin vidrios y le ponen nombre al carro o quien lo arrastra, a la carretilla o al momento. Menos de las que sale de viaje con maletas de ropa y maletas vacías y está dispuesta a cambiar la ropa por ideas, aunque sea una que pueda sufrir un proceso de mitosis o meiosis hasta terminar de cuento largo, corto, novela, ensayo, guión o poema. Me ha convertido en contadora, de las que serían públicas si hubieran estudiado la carrera, de las que ponen sellos para avalar procesos, de las que pagan nóminas o las retienen o las reciben; contadora de las que tienen su libro de contabilidad dividido en dos columnas, la de las ideas que no llegaron y la de las historias que no salieron.
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