viernes, abril 11, 2008

CÓMO ESCRIBEN, DIOS, CÓMO ESCRIBEN.

Sigo sin entender de dónde sacan historias aquellos que no pasan por la calle y ven al carretillero arrastrando el chasis entero de un carro. Los que no se cruzan con el rostro indígena y anónimo, reiterativo, casi clonado, de una mujer de ojos cargados de sabiduría y de labios con la comisura quebrada por los años, por la angustia. Los que no han visto a cinco niños treparse uno sobre el otro para hacer malabares con seis bolas plásticas rellenas de arroz en un semáforo cualquiera. Los que no se pierden entre los inmensos senos de la que vende chance sentada en una mesita frente a la puerta de su casa. Los que no reconocen el olor del aceite hirviendo y el sonido de las empanadas cuando están friéndose. Los que no sienten el poder hipnótico que tiene el vaivén de las caderas amplias cuando se une con el aroma del maíz cocido, de la arepa recién asada. Los que no han visto el dolor en las páginas de un diario que les es cercano (cercano el dolor, íntimo), los que no han visto la esperanza, realmente visto la esperanza materializarse en pequeñas victorias; los que no reconocen la alegría que vuelve y nace cada día entre el hambre y el miedo. Los que no saben que los aguacates se maduran con periódicos, que el mal de ojo es una enfermedad devastadora, que las migas ahuyentan los peligros matutinos, que el copao sirve para quitar los choques, que una argolla en el cuello protege contra maleficios, que el tinto es un café oscuro, que los vientos se encajan en los hombros, que el hipo se quita con un susto, que la madremonte existe, que el agua oxigenada amona, que al animero no se le puede mirar a los ojos, que el café sirve para curar las heridas, que casi todo lo mal hecho equivale a trapear sin haber barrido, que el tenetiayá suena dulce, que las brujas se quedan toda la noche enhebrando una aguja, que el primer trago es pa los muertos, que pa y para es lo mismo, que a los niños se les “dentra” el frío, que la aguapanela con limón cura la gripa, que la melaza empalaga, que el moresco sirve para teñir el pelo, que el sagrado corazón hace milagros, que no hay como el orín para quitar el ardor de la aguamala, que los buñuelos giran solos, que las calles pueden cerrarse para jugar partidos de fútbol, que el sancocho quita el guayabo, que el jabón rey deja brillante el piso (y el pelo), que la mejor manera de secar los tenis es ponerlos detrás de la nevera y la mejor manera de deshacerse de ellos es tirarlos contra un cable de la luz, que el programa de los domingos es ver aterrizar aviones, que una hoja doblada en las esquinas sirve de cometa, que a las doce del día las sombras desaparecen, que un tenedor y un cuchillo enterrados en la hierba, boca arriba, disipan las nubes y que de una pata de vaca sale un bocadillo dulce. Los que no han sentido nunca el olor del engrudo, no han hecho pesebres de papel maché, no han roto una piñata a punta de palos de escoba, no han visto a una mujer con un collar bomba en el cuello. Los que no le han comprado chiclets al niño de la esquina ni han visto a la familia que pone todos sus ahorros (y esperanzas) en el viaje que los lleva hasta el padre Marianito. Los que no conocen el dolor de las mujeres que lo son desde antes de ser niñas, de las viudas de trece años, de las putas por derecho. Los que no les temen a las motos ni confunden la explosión de un transformador con el sonido de una bomba, los que no se empegotan con la risa contagiosa de los payasitos del bus, los que no han comprado lapiceros a 500 ni han sentido un huevo en lugar de un “happy birthday”.
Cómo escriben, quién les presta las letras, con qué arman las palabras.

--------------------
Tú, ¿cómo escribes cuando tanto acá se va perdiendo en la memoria?

No hay comentarios.: