Cuando uno se va del barrio quisiera que la tienda de la esquina saliera detrás de uno, que Doña Señora empacara sus corotos y amarrara sus sonrisas junto con todos esos papelitos en los que anota día a día las deudas, las del mercado, las del almuerzo, las de los chocolates y los cigarrillos; que cogiera la nevera y el mostrador gastado, el vidrio que tantas veces sirvió de barrera entre la razón y el corazón, y los metiera en el camión de las mudanzas, que llegara al barrio nuevo y siguiera siendo para uno la señora de su tienda de la esquina, la que fía y sabe desde antes qué es lo que uno quiere, la del tinto por la mañana, sin azúcar como siempre, y la del pastel por la tarde, de guayaba de la buena.
Pero, ¡la tienda es tan fiel a su esquina!
...
(Luego, cuando son otros los años, otras las casas, otros los que fían, otros los ojos que se debaten frente al mostrador, otros los pasteles de guayaba, la señora de la esquina sigue ahí, todavía se acuerda de uno, todavía tiene un papelito guardado, ya amarillo, en el que se lee con tinta borrosa la última deuda, la que perdonó, la que saldó porque así es ella y todavía lo ve a uno y le sonríe mientras le sirve el tinto de la mañana, el sin azúcar como siempre)
lunes, febrero 05, 2007
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4 comentarios:
¡Hasta que se inspiró!
Yo tambien suelo pensar que no he vivido, lo peor es que soy super cobarde como para siquiera atreverme a vivir. Mi ventaja es que yo soy menor, así que tengo 9 años para arrepentirme...jajaja mentiras.
Fue un placer volverla a leer querida maestra.
Ustedes los fumadores siempre se terminan haciendo amigos de la gente de la tienda. Yo, a pesar de que desde niño he sido el que va por la leche, nunca había tenido el valor de hacerme amigo de los de la tienda, de los que tienen su copita de aguardiente y hablan el mismo tema acompañados de las mismas papas y legumbres. Solo llegaba, hacía mi pedido con miedo, con voz oculta entre las rejas y los labios pegados. hasta hace poco, que me di el valor, y no de valiente si no de precio: soy lo suficientemente valioso en este barrio para saludar al tendero. Y lo hice, y me reconoció y me saludo y hasta hace chistes conmigo. Ahora cada vez que paso por la tiendo miro para otro lado pues me da pereza saludarlo cada vez que pase por la tienda.
Y así vivía una loca amarilla, azul y roja... esa señora de la tienda de la esquina que siempre sabe a quién le sirve el tinto y cúando de lo entrega.
Aquí seguimos la esquina y yo... la señora de la tienda que aunque no todos saludan, sí muchos reconocen como lo que es: una loca cuyo tono de alma es un azul secreto...
Blue
jajajajaja, supongo que cuando vuelva a mi querida Medellin, esta señora de la esquina todavia estará allí...y para colmo, con seguridad recordando esa ultima deuda con la que me fui.
Estaba dando un vistazo a tu blog, muy bueno. Felicitaciones!
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