viernes, septiembre 28, 2012

La línea


No sabía que en eso se había convertido: una línea. Ni siquiera la línea del horizonte, ni mucho menos la de una sonrisa; no era una línea curva que hiciera de contorno para una lágrima ni una de esas líneas juguetonas que permitían llegar al cielo en las rayuelas de los niños.  No era el borde de una flor, ni la trayectoria de un beso. Era una línea y no se había dado cuenta. Una línea plana, una línea casi muerta, era una  insensible e insensata línea quieta.

Primero fue un hipo silencioso. Un saltito minúsculo. Un rayoncito descuadrado. Un salto más alto, un pájaro sin jaula, un pedacito de nube, una flor abierta, una cascada, una flecha, un beso, una palabra, el contorno de una lágrima, los ojos de un gran pez, la esquina de la luna, el horizonte entero.

Y entonces, el latido del corazón que pasaba se fue haciendo imperceptible y la línea, lentamente, se fue volviendo, otra vez, sólo una línea. Pero ahora sabía que en eso se había convertido… y la línea plana, casi muerta, era ya una sensata y sensible línea quieta.